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La arquitectura que escucha: el universo íntimo y honesto de Carme Pinós

Cuando Cristina Baigorri se sienta a conversar con Carme Pinós en su estudio de la avenida Diagonal de Barcelona, no solo abre la puerta a una entrevista. Abre la puerta a una manera de entender la arquitectura que no se impone, que no presume, que no busca el aplauso fácil. Una arquitectura que, como ella misma dice, “es un juego de relaciones”. Y en ese juego, escuchar es la primera norma.

Desde su infancia salvaje, corriendo descalza por la finca familiar en un pueblo cercano a Balaguer, hasta los encargos internacionales que la han situado entre las voces más respetadas del panorama arquitectónico, Pinós ha mantenido una coherencia: mirar el entorno como un igual, no como un espacio que hay que dominar. “La arquitectura no es solo diseño, es también un diálogo con el entorno”, afirma con calma, pero con una firmeza que nace de la experiencia.

Cristina Baigorri, quien conduce el episodio para el podcast de Look4Deco, acierta al describir a Pinós como una arquitecta que ha fusionado inteligencia, creatividad y funcionalidad con un respeto casi místico por la naturaleza. De hecho, Carme lo confiesa sin rodeos: “Yo siempre he dicho que soy más pagana que la pagana. La naturaleza está llena de contradicciones, como los dioses paganos. Y ahí me siento cómoda.”

La infancia como piedra angular

Buena parte de su sensibilidad nace de esa niñez entre árboles, piedras y libertad. “Mis recuerdos más fuertes no son de jugar con muñecas, sino de trepar montañas. Mi infancia fue auténtica. Y eso me ha marcado para siempre”, relata mientras Cristina la escucha con complicidad. Esa conexión precoz con la tierra se traduce, años más tarde, en una forma de proyectar que rehúye la imposición. Cuando actúa sobre un paisaje rural, habla de simbiosis, cuando lo hace sobre un contexto urbano, habla de diálogo. Pero en ambos casos, el respeto es la raíz.

Escuchar para diseñar

Frente a la idea romántica del arquitecto como artista solitario iluminado por la musa, Pinós baja a tierra el proceso creativo. “El arquitecto debe ser, ante todo, alguien que sabe escuchar. Escuchar al cliente, al contexto, al programa. Y luego poner las cartas sobre la mesa”, explica. Ese acto de escucha se convierte en una traducción sensible, un puente entre el deseo del otro y la interpretación del profesional: “Construimos nuestros sueños sobre los sueños de otros.” Una frase que Baigorri recoge con entusiasmo, como quien ha encontrado una joya verbal.

La arquitectura de Pinós no es caprichosa. Tampoco pretende ser icónica. Quiere ser útil. Quiere pertenecer. Y por eso, no solo proyecta, también produce. Su línea Objects, nacida casi como una solución doméstica para su propia biblioteca, se ha convertido en un laboratorio de ideas que cruzan el diseño industrial con la sostenibilidad. “Diseñar es también tener en cuenta lo que hay en el mercado, no desperdiciar material, pensar con sentido común”, dice mientras señala la estantería prototipo que decora su estudio.

El reto de rehabilitar con alma

Uno de los momentos más emocionantes de la entrevista llega cuando Cristina le pregunta por su actual intervención en el recinto hospitalario de Sant Pau, donde Pinós trabaja en la rehabilitación del pabellón de la Victoria para la Fundación Vilavecchia. Su respuesta es clara: “Aquí lo importante no es solo el edificio, son los niños. Niños con enfermedades graves. Ellos son la prioridad.”

Eso no significa que ignore la memoria del lugar. Al contrario. “Un edificio es arquitectura en mayúsculas cuando es capaz de retener la memoria colectiva”, afirma. Por eso, su intervención busca el equilibrio entre respeto patrimonial y bienestar humano. Subir el nivel del suelo para que un niño, desde la cama, pueda ver la vegetación exterior no es un detalle: es una declaración ética. “Quería que se sintieran como en una casa. No en su casa, porque cada uno tiene la suya, pero sí como en una casa.”

Arquitectura, humildad y sentido común

En tiempos donde todo parece girar en torno a etiquetas, certificaciones y categorizaciones tecnológicas, Carme Pinós defiende algo más básico, más radical: el sentido común. “Reciclaje, apertura, diálogo. Todo eso es sentido común. Y la arquitectura lo necesita como nunca.”

Critica con suavidad pero sin evasivas algunas imposiciones energéticas del norte de Europa: “Nos hacen cerrar las casas herméticamente y luego nos venden sistemas de ventilación forzada. ¿Y si simplemente abrimos una ventana?” Se ríe, y Cristina también. La complicidad entre ambas es evidente.

La entrevista se despide con libros, como no podía ser de otro modo. Pinós se declara adicta a la lectura, y en este momento está sumergida en la figura de Dalí: “Me obsesiono con temas. Me meto hasta la cintura.” Su forma de leer parece tan intensa como su forma de proyectar.

Una voz imprescindible para el futuro

En una era que necesita menos egos y más escucha, menos espectáculo y más ética, Carme Pinós aparece como un faro. Su arquitectura no es la del titular fácil ni la de la portada de revista. Es la que entiende que los edificios no solo se habitan, también se sienten. Y sobre todo, se recuerdan.

Como bien resume Cristina Baigorri en su cierre: “La arquitectura de Carme Pinós no solo se mira, se vive. Y ahí radica su belleza.”

instagram: @carmepinosestudio