Las reformas en casa son aventuras largas pero enriquecedoras. El proceso pone a prueba a los dueños de la vivienda para que tomen de forma activa las decisiones que quieren y eviten sorpresas o costos adicionales asociados a cambios innecesarios.
Un buen trabajo de parte del cliente de la reforma se va a notar en el resultado final. Una obra con buenos acabados, hecha en los tiempos planificados, que cumple con las necesidades habitacionales y que proyecta en la realidad lo que se tenía pensado.
Involucrarse en la reforma
Es fácil encargar un proyecto y simplemente esperar a que esté listo en el tiempo estipulado y que quede tal y como estaba en tu mente. La realidad es otra: el dueño de la casa (o el que vaya a encargar la reforma) tiene que pensar por su propia cuenta cómo quiere que se vea la vivienda una vez esté finalizada.
Implica hacer una investigación por cuenta propia, pensar en las necesidades de las personas que van a vivir allí, vocalizar sus gustos y fijar un presupuesto. Ninguna constructora es capaz de diseñar un proyecto si no se involucra el cliente y tiene una idea más o menos clara de lo que quiere.
Incluso se recomienda que esté al momento de la obra porque surgen dudas a pesar de haber planificado todo. Se tienen que tomar decisiones cada poco sobre cómo proseguir, cómo abordar algún inconveniente y hasta si sería más conveniente hacer algunos cambios.
Sin duda, seguir de cerca el proyecto desde el inicio es una de las bases para conseguir una reforma tal y como se había imaginado, o con resultados realmente satisfactorios.
Definir un presupuesto
La parte más o menos sencilla de una reforma es pensar qué se quiere hacer y encargarlo… pero existe una limitante clara. El presupuesto muchas veces va a ser definir el resto del proyecto para no intentar gastar más dinero del que una persona tiene disponible.
Hay que pensar en una reforma realista con el presupuesto. El coste de los materiales, las decoraciones que se podrían añadir a posterior, el tamaño y profundidad de la obra y el tiempo de ejecución son algunos de los factores que hay que saber administrar en cuanto al dinero.
Hay que destacar que abaratar costes no siempre es sinónimo de sacrificar calidad ni belleza. De hecho, lo mejor sería alcanzar la máxima calidad posible para el presupuesto, porque implica que no se tendría que hacer un gasto adicional en un futuro cercano.
Un ejemplo de ello es emplear microcemento en la reforma. Se trata de un revestimiento muy similar al concreto, pero tiene grandes ventajas: es bastante barato, el tiempo de aplicación es de apenas horas, se pueden hacer diseños y acabados completamente personalizados y el mantenimiento es prácticamente inexistente.
Por este motivo, empresas como Topciment se han dedicado a ofrecer esta opción para el revestimiento de suelos, paredes y hasta muebles en exteriores. Los resultados son muy bonitos porque el material goza de una versatilidad increíble.
Contratar un buen equipo
No es para nada aconsejable intentar ahorrar dinero en este punto, sin caer en los excesos para no comprometer el presupuesto de la obra. Un buen diseñador de interiores o arquitecto es imprescindible para concebir un buen proyecto, adecuado a las necesidades del cliente y que se pueda realizar en obra con gran fidelidad.
Además, los equipos organizados tienen personal que ayuda con la tramitación de los permisos, hacen la planificación de la obra de acuerdo a las normativas locales, adquieren los materiales, se encargan de los desechos, y mucho más.
Son una serie de servicios que contribuyen a la comodidad del cliente, pero también aseguran que el proyecto se lleve a cabo tal y como debería.